Son muchos los sonidos que pueden llegar a ser incómodos y producir rechazo al oído. Cada uno de nosotros experimentamos la audición de manera individual e interpretamos los sonidos y su intensidad de manera distinta. En cualquier caso, te vamos a mostrar algunos de los sonidos del entorno que la mayoría de la población considera desagradables.
Sabemos qué sonidos ponen felices a nuestros oídos, pero seguro que también sabes cuáles son esos sonidos que te molestan cada vez que los escuchas. Son sonidos que chirrían en nuestros oídos y también en nuestro cerebro porque es quién se encarga de interpretar cada uno de esos sonidos que percibimos en nuestro día a día.
¿Por qué estos ruidos nos parecen tan molestos? La respuesta hay que buscarla en la interacción entre la parte del cerebro que se encarga de procesar el sonido junto con la corteza auditiva y la amígdala, encargada de la transformación de las emociones negativas. La amígdala es quien modula la respuesta de la corteza auditiva ante el sonido. Si se eleva la intensidad, se produce una reacción negativa ante ese ruido.
El sentido del oído está relacionado con nuestro estado de ánimo a través del sonido. Cuando esos sonidos no nos agradan en absoluto, tendemos a taparnos los oídos o a huir del lugar donde estén sucediendo para no escuchar lo que está sonando a nuestro alrededor.
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Lo que tienen en común estos sonidos es su alta frecuencia e intensidad. Esta intensidad es interpretada por la amígdala como incómoda y tendemos a escapar del lugar de donde provenga el foco del sonido.
Hay sonidos que escuchamos en nuestro día a día y que podemos llegar a percibir como realmente desagradables. Es en el cerebro donde se determina si un sonido es agradable o desagradable.
La parte de nuestro cerebro que se encarga de procesar el sonido trabaja conjuntamente con la corteza auditiva y la amígdala. La corteza auditiva emite una respuesta que es modulada por la amígdala. Si la intensidad es muy elevada la respuesta será negativa.
La voz de alguien también puede llegar a resultar muy agradable, o por el contrario, disgustarnos. Seguro que si te paras a pensar identificas algún sonido que te gustaría no tener que volver a escuchar e incluso te provoca irritabilidad. Estos sonidos producen una respuesta negativa en nuestro cerebro y nosotros reaccionamos con rechazo.
Al escuchar un sonido desagradable notamos que nos afecta a un nivel emocional, por tanto, influye en nuestro estado de ánimo. Según el nivel en que nos resulte desagradable, responderemos con muecas de desagrado o incluso, optaremos por taparnos los oídos.
Los sonidos agradables, por el contrario, generan una reacción positiva en tu organismo y te invitan a querer repetirlos. Por eso, escuchas tu canción favorita en bucle y eres capaz de relajarte al oír las olas del mar. Ciertos sonidos provocan una respuesta altamente positiva por parte de la amígdala ayudándonos a relajarnos y disfrutar de ellos.
En casos extremos, algunas personas pueden llegar a desarrollar misofonía frente a ciertos sonidos o fonofobia. La misofonía es una patología que afecta al cerebro y hace intolerante a unos sonidos concretos a quien la padece. Esta patología puede provocar ansiedad, pánico y rabia.
A menudo se tiende a confundir la misofonía con la hiperacusia. Siendo esta última la tendencia a escuchar algunos sonidos extremadamente altos.
La fonofobia es una enfermedad que, aunque su origen es neurológico, guarda relación con la audición, ya que consiste en el miedo irracional a sonidos estridentes y repentinos. Es normal que nos asustemos con ruidos fuertes imprevistos pero las personas que padecen fonofobia pueden llegar a sentir ansiedad en su día a día temiendo que una situación de esta índole tenga lugar.
Nuestra recomendación es que acudas a un centro auditivo donde un profesional pueda llevar a cabo las pruebas pertinentes para determinar la afección, en caso de haberla. Una audiometría puede ser una buena opción para comprobar en qué punto se encuentra tu audición. A raíz de esta prueba puedes saber si padeces, por ejemplo, hiperacusia.
En cualquiera de los casos, siempre es recomendable acudir a un centro de audición periódicamente para realizar una revisión y actuar a tiempo en caso de detectarse alguna anomalía.
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